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Bradbury situó en 1953 su novela en un futuro remoto en el que las capacidades intelectuales humanas se habían desarrollado enormemente.
Hoy la ficción se ha hecho realidad. Los libros han sido sustituidos por equipos informáticos.
No se ha permitido su convivencia ni siquiera teniendo en cuenta la seguridad del conjunto.
Las prisas siempre han sido malas consejeras.